Extraído de un texto de Dr. Jorge Carvajal Posada
Las relaciones
humanas no se rompen, se desanudan. Cuando rompemos relaciones algo también se
rompe dentro de nosotros: perdemos integridad adentro y afuera, pues nos
quedamos con la herida del resentimiento que afecta permanentemente
nuestra vitalidad.
Si desanudamos con paciencia los
lazos que nos une, esos lazos jamás se romperán aunque estemos muy lejos; nos
llevaremos el regalo de la lección aprendida más que el sentimiento de fracaso
que nos amarra al pasado.
Los resentimientos son cicatrices sensibles en tu corazón que generan úlceras, hipertensión, cáncer, colitis, artritis y muchas enfermedades crónicas. El nombre y apellido de muchas de las enfermedades que vemos en la práctica clínica es resentimiento, o sea, sentimientos no resueltos o mal reparados porque hubo una ruptura en la relación.
No
permitan jamás que una relación llegue al extremo de la ruptura que destruye
esa red de soporte emocional que da sentido a la vida: de la integridad de esa
red depende el pronóstico de la salud, la enfermedad y la vida. Hay una
definida relación entre la capacidad de curarse de una enfermedad grave y la
calidad de relaciones que uno tiene consigo mismo y con otros.
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Si a mí
en medicina, alguien me dijera: mire descubrimos un medicamento que duplica la
supervivencia de los pacientes con un tipo de cáncer muy maligno, yo les diría:
ese es un médicamente imperial, eso es una revolución en la medicina, y ya
estaríamos hablando por prensa, radio y televisión. Bien, ese medicamento
existe y es el SOPORTE AFECTIVO.
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Si ustedes dicen desde su corazón “puedes
contar conmigo” la persona se está soportando en ustedes, le están dando
sentido a la vida... Podemos vivir de muchas maneras pero sin sentido es
imposible vivir. Realmente por donde se nos reventó el hilo de la vida, en
nuestra cultura es por el lado del sentido. El sentido no es verbal Se
comunica con la mirada, desde el silencio, con la actitud, desde
el acompañamiento, desde los actos, desde los hechos, desde la vida.
El ritual de desarrollo es el punto de partida de la vida; es lo que más necesitamos cuando nacemos y también cuando nos estamos muriendo. No necesitamos muchas oraciones, ni muchas palabras sabias, necesitamos silencio, acompañamiento, ternura, disponibilidad, es todo lo que necesitamos. Necesitamos un hombro donde llorar, necesitamos en quien soportar nuestro dolor; necesitamos un colchón amortiguador, para que nuestras caídas no sean tan duras.
Cuando se hacen estadísticas, se demuestra que la gente puede fumar, puede beber, puede trasnochar, puede hacer muchas cosas pero lo único que no puede hacer: es romper sus relaciones, porque el riesgo de infarto, el riesgo de morir, el riesgo de enfermar de una enfermedad crónica, de aquel que no tiene soporte relacional, es mucho más grande que el riesgo de una persona que fuma o bebe pero está contento porque se siente querido.