DESEO QUE ESTE BLOG AYUDE A MUCHAS PERSONAS A VIVIR UN POCO MÁS SERENAS, MÁS RECONOCIDAS Y MÁS CONTENTAS... QUE AYUDE A SUAVIZAR LA ENFERMEDAD.

jueves, 16 de enero de 2014

LAS ENFERMEDADES DE LAS RELACIONES AMOROSAS

Por Jorge Llano 
www.transformación humana.com

Juan Carlos y Sofía llevan siete años de casados y, como la mayoría de las relaciones de pareja modernas, la suya se asemeja a una montaña rusa que se mueve entre momentos de extrema felicidad y profundas desilusiones con respecto a lo que pensaban que sería el matrimonio: eso de “y vivieron felices” no sucede en realidad.

Hoy, ellos están sentados cada uno en un extremo de su cama matrimonial, con una expresión en la que se mezclan tintes de rabia, culpa y tristeza. En la pelea de hoy se han dicho más de lo debido, se han reprochado en exceso, se han recriminado sin medida, y sus dos corazones están “tirados en la lona” sin muchas fuerzas para levantarse, pero lo que es peor, sin opciones para sanar una relación golpeada y herida.

Muchos se olvidan de la fragilidad del vínculo y obvian el poder de las palabras, las actitudes, los gestos y las miradas, y los lanzan uno tras otro como dardos envenenados que van enfermando el amor.

¿Quién no recuerda una frase agresiva y violenta de su pareja en medio de una pelea, que aún le es imposible borrar de su disco duro? ¿Cuántas mujeres han sido víctimas de una “leve zarandeada” de su marido y no pueden perdonarlo? ¿Cuántos recuerdan aún esa mirada de odio que su “amorcito” le mandó en medio de una discusión? ¿Cuántos han sentido que entregan sin medida, mientras el otro se pasa la vida haciendo zapping frente al televisor sin ninguna intención de alimentar esto que es de los dos? Y qué decir de la sexualidad. ¿Cuántas insinuaciones han sido ignoradas y respondidas con un fuerte ronquido por el compañero de cama?


Los síntomas de la enfermedad

La pareja experimenta, al igual que quienes la componen, episodios de tristeza, depresiones, fatigas, estancamientos, rabia y hastío, más un sinnúmero de emociones que, mal manejadas –o aún peor, ignoradas–, pueden derivar en una confrontación sin tregua, la agonía de un amor que en principio parecía florecer.

Olvidamos que la relación está viva como las personas, y que también se enferma, a veces de dolores pasajeros, a veces de dolores fulminantes, o a veces de dolores crónicos que ni siquiera terminan en la muerte pero que sí deterioran la calidad de vida hasta niveles inimaginables.

Cuando la relación se convierte en una patología crónica, sus dos miembros comparten no un vínculo tierno y tibio, sino una condena. Es típico encontrar en terapia a mujeres y hombres que se acercan con un profundo agotamiento de su amor, incluso con una palidez física que corresponde a este desgano o enfermedad. Personas que están atadas a vínculos débiles y que temen romperlos porque creen que tienen una posibilidad de restablecerlo –aunque hacen poco por conseguirlo–, o porque tienen un profundo temor a la soledad.


¿Es su relación una enfermedad crónica?

Si usted es una de ellas, busque a toda costa remediarlo. Con una idea humana y real del amor, haga un diagnóstico. Sin embargo, no trate de calificar la enfermedad de su relación a partir de modelos utópicos de pareja, esos sólo existen en los cuentos infantiles. Mírela con su verdad: ¿Es feliz? ¿Su pareja es feliz? Acepte la crisis y póngase a trabajar; primero solo, después es muy posible que su pareja se contagie y encuentren caminos de convergencia.
Alégrese de que su pareja no es perfecta, es una señal de vida. Las parejas sin crisis parecen vinculadas por el formol, no por el amor. Acepte la crisis como señal indiscutible de crecimiento. Reconocer la crisis es también identificar qué de esto me corresponde, más allá del juego de víctima y victimario. La curación emerge cuando hay una verdadera reflexión, una reflexión adulta que convierta la responsabilidad mutua en una dinámica. Sea humilde. Rendirse es el camino de la entrega. Para permitir que el amor ocupe su lugar, sane la relación.


Rompa el silencio

Vuelva a la comunicación, escoja las peleas, busque espacios y maneras creativas, siempre referenciándose por el aquí y por el ahora, no por la viejas cuentas de cobro. No importa cuánto tiempo lleve en la negación, en la lavada de manos, en el yo no soy. Acérquese. En la cama, toque los pies de su pareja como si fuera un accidente, carraspee, haga ruidos hasta que usted o el otro diga la frase balsámica: “Necesitamos hablar”. Trabaje la aceptación.


Resuelva su pasado

Muchas veces el vínculo es muy frágil, es apenas un pequeño hilo que los une, y no soporta un jalón más. No cargue de allí ese equipaje tan pesado que trae con su historia o con la de su propia relación. Por ejemplo, trabaje la confianza, si no puede confiar en su pareja, primero pregúntese si confía en usted mismo.
Muy pocos problemas son de pareja, casi siempre son temas personales proyectados en la pareja, situaciones viejas que se reviven una y otra vez como oportunidad de resolverlas, a través de la pareja, pero no pertenecen a ella. ¡Busque ayuda para eso!


Haga un nuevo contrato 

A veces lo que está por morir y está grave, es el viejo contrato de pareja, ese que se hizo cuando todo empezó. Muchos establecieron el vínculo desde las necesidades de ese momento de vida, desde la euforia del enamoramiento, desde las carencias o momentos inmaduros, en donde lo que uno daba servía al otro y el equilibrio y contrato era no crecer; ser como antes, como siempre lo que los hacía felices hoy ya no alcanza, esto es aceptar que se ha crecido y que se ha mudado de metas, intereses y maneras de ver el mundo, lo que necesitan es actualizarse, dejar morir el viejo modelo y confiar que oculto y profundo subyace el verdadero vínculo, la fuerza serena e impasible del amor bueno y trascendente.


No alimente el ego, sánese

La pareja necesita ser sanada, atendida, protegida de nuestra propia locura y desamor, es muy importante identificar las señales de alarma, detrás de las pequeñas fricciones y malestares puede esconderse una importante enfermedad estructural que tiene que ver con la confianza, la entrega, el proyecto de vida de cada quien, la concepción de lo erótico, adicciones, etc. Recuerde que sanar la pareja es perder privilegios, y ceder es conectarse con lo trascendente y levantar el nivel de relación, quitándoles significancia a los protagonismos del ego, y las pataletas y tiranías de la personalidad. Pregúntese si de verdad usted quiere ayudar a curar la pareja o sólo está esperando una coartada para poderse separar.

La sanación da comienzo cuando desde la adultez cada uno se reconoce en el espejo de los ojos del otro y se rinde, se entrega y se deja vencer por el amor, no por el ego.


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